Vivienda: ¿alquilar o comprar?

Cuando el mercado inmobiliario parece que empieza a dar señales de crecimiento en determinadas zonas de España nos viene de nuevo la pregunta del millón a la cabeza. ¿Qué es mejor: comprar o alquilar una vivienda? Es una cuestión, sin duda, capital y de extrema importancia, por lo que es necesario evaluar todas las posibilidades con atención y conocimiento.

Lo cierto es que la compra de tu vivienda habitual seguramente sea la decisión económica más importante de tu vida. De hecho, decidirse por comprar una vivienda supondrá un impacto evidente en tus finanzas personales a corto, medio y largo plazo. Y sí, con la llegada de la crisis económica el número de inmuebles vendidos llegó a ser de menos de la mitad (de 775.000 viviendas en 2007 a 312.000 en 2013). Sin embargo, parece que hemos tocado fondo, y hace relativamente poco, por lo tanto, ¿hay que aprovecharse de la situación y lanzarse a la compra de una vivienda? ¿O alquilamos para tener menos ataduras y más libertad? Depende, por supuesto. La pregunta sobre la que tienes que reflexionar es la siguiente: ¿es el momento adecuado para comprar mi casa? Obviamente, siempre teniendo en cuenta tu situación personal y profesional actual y de cara a los próximos años.

Comprar una casa tiene grandes ventajas. En primer lugar, que con el paso de los años poseerás un bien que vale mucho dinero. Y que, una vez la termines de pagar no tendrás que hacer frente a cuotas ni alquileres de ningún tipo. Además, podrás utilizar esta vivienda para, en un futuro, financiar tu jubilación u otro tipo de gasto. Sin embargo, tiene también una serie de desventajas o factores a tener en cuenta: una vivienda te ata de por vida -o durante muchos años-, privándote de libertad de movimiento en tu vida personal y laboral También hay que tener en cuenta que a la hora de comprar una casa, no solo tienes que hacerte cargo de la entrada (que representa en torno al 20% del precio total de la vivienda), sino que también deberás cubrir una serie de gastos asociados a la compraventa y formalización del préstamo hipotecario (tasación, gestoría, notarías, verificación registral, IVA, seguros, impuestos sobre la constitución de la hipoteca y las comisiones de apertura o de subrogación), que normalmente corren a cargo del comprador.

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